Hacer algo o sucumbir en el intento

Llevo varios meses escribiendo artículos que después he renunciado publicar. Hablaban de la crisis y de la situación política que la envuelve. Precisamente por eso, ¿para qué iba a publicarlos? Quiero decir: ¿qué podía aportar a la avalancha de noticias y de análisis que se han hecho sobre el tema? He seguido de cerca varios diarios y blogs que han centrado sus contenidos en el asunto de la crisis (sin adjetivos como "financiera" o "económica"; creo que es más que eso) y el volumen de visitas que han registrado no deja lugar a la duda: la gente está preocupada por el tema y se está informando.

Algunos de los muchos artículos que he ido guardando en mi cajón de sastre en este tiempo son realmente buenos y sólo por eso merecen ser citados.

... en fin; la lista se haría infinita, pero vamos a dejarla aquí.

Me hubiera gustado tener algún tema del que hablar para poder regar este grano de mostaza, pero hace tiempo que me siento desilusionado con las capacidades de las redes virtuales y bastante escaso de ingenio, quizás como consecuencia de lo anterior. A estas alturas, si hay un motivo por el que permanezco en este mundo virtual es para no perderle el rastro a esos espíritus inquietos que he conocido y para dejar constancia de alguna locura como la que vengo hoy a relatar.

Hace años que decidí involucrarme en el proyecto de la Asociación Libre de Ciudadanos por la Democracia porque tenía un planteamiento político que casaba perfectamente con el mío. La ALCD fue mi hogar durante mucho tiempo. Después de su prematura defunción, el espíritu de la asociación sirvió de primera piedra de Ciudadanos por la Democracia y ahí sigue, esperando a que vengan más piedras para completar la obra. Yo he seguido en CiuDem y no tengo intención de moverme de ella porque no sólo tiene un planteamiento honesto y humilde, sino auténticamente democrático. Tengo la intención de cumplir en ella la promesa que hice en su momento de "hacer todo lo posible para traer la democracia a este país" y en ello estoy. Pero es más difícil de lo que pensaba.

Desde hace dos años he hecho un sacrificio por participar en algunos eventos políticos y por acercarme a la sociedad civil y los blogs de mi ciudad. Mi objetivo siempre ha sido buscar a gente con una sensibilidad e inquietudes compatibles con las mías con las que empezar a construir lo que podría ser un grupo de reflexión democrática. A largo plazo, esperaba que mis esfuerzos me permitieran conocer a gente con la que fundar una "Asociación Ciudadanos por la Democracia" aquí en Sevilla, pero no he podido cumplir ni siquiera mi primer objetivo; no digamos ya el segundo.

Nunca me han valido las excusas que empiezan con "es que la gente" o "es que esta sociedad". Todo lo contrario, me agobia la idea de que mi trayectoria vital sea como un rayo de luz que se refleja completamente cuando quiere entrar en el mundillo de la política. Por decirlo de otra manera, me siento como una gota de aceite que se quiere disolver en un vaso de agua. Es como si no fuera la persona adecuada, lo que no deja de ser una chorrada, porque ser ciudadano no necesita marchamo ni pedigrí. Es esto último lo que me cabrea: mi única aspiración es ser ciudadano, así que, en vez de pasar mis ratos libres tocando la guitarra, tomando cervezas con los colegas o jugando al furbito, me siento preso de un terrible cargo de conciencia por no hacer absolutamente nada por arreglar el mundo, por acabar todas las conversaciones que tengo con un "es que no se hace absolutamente nada" y saber que yo también estoy dentro de esa observación, que no sabría si calificar como una frivolidad, una hipocresía expiatoria o puro formalismo social.

Dijo mi compañero Ocol, hablando precisamente de la crisis, que:
"... las crisis las causamos nosotros, y nosotros podemos ponerles fin. Si un número suficiente de personas tuviera la voluntad de actuar de forma diferente, cambiar las cosas sería sencillo, porque las medidas concretas para regular adecuadamente la actividad económica son más bien obvias, fácilmente alcanzables una vez se sabe lo que se quiere conseguir.
Pero si no hay voluntad de cambiar, y ahora mismo este es el caso, no hay solución."
Cada vez estoy más convencido de que tiene razón, pero un resquicio de honestidad me obliga a reconocer que no tengo ni idea de si de verdad no hay voluntad de cambio o es que sencillamente no he llegado a conocer a esa gente que, más dispersa o más reunida, quiere poner una solución (aunque sea una tirita) a los problemas que nos rodean.

No puedo tirar la toalla sin saberlo, y por ese motivo he decidido dar el único paso posible. He estado buscando asociaciones y foros que hayan convocado últimamente una tertulia, una mesa redonda o una charla sobre la crisis y me he llevado el chascazo de saber que no sólo son pocas sino que, además, en su mayoría estaban protagonizadas por gente de partidos políticos o estaban organizadas por asociaciones financiadas por partidos políticos.

Me opongo frontalmente a eso: me niego a pensar que, con el panorama que tenemos en este país, la gente se conforme con leer buenos artículos o análisis sesudos sobre la crisis y no sienta la necesidad de reunirse físicamente a discutir sobre el problema. Hay que convocar una mesa redonda ciudadana sobre la crisis, a pesar de las dificultades.

La semana pasada le presenté la idea a mi amigo Francisco Rubiales y me dijo que le parecía muy oportuno y que parecía relativamente fácil conseguir un lugar y unos buenos invitados, pero que me enfrentaba a dos escollos importantes: la financiación y la asistencia. Quedamos en que le remitiera un primer presupuesto para estudiar el tema y yo le dije que antes necesitaba consultar el tema con más personas. A lo largo de la semana me he dedicado a enviar correos a diferentes entidades sevillanas (Cáritas, Coordinadora de Asociaciones Independientes de Sevilla, la Confederación Andaluza de Empresarios y Ciudadanos de Espartinas) y tengo pensado enviar algún correo más, aunque, como me ha pasado otras veces, me temo que no me llegará una respuesta.

En otras ocasiones me he puesto en contacto con otros blogs para comentarles alguna iniciativa, pero jamás he recibido una respuesta (ni afirmativa ni negativa), así que no voy a caer otra vez en lo mismo. Esta vez simplemente quiero dejar constancia aquí de que tengo una idea completa de lo que quiero hacer y tengo un presupuesto y una planificación que me encantaría discutir, o al menos ofrecer a quien le interese el tema o crea que puede aportar algo a la idea. Considero que es importante dejar constancia porque una mesa redonda para hablar de la crisis no puede ser una convocatoria de un ciudadano al resto del mundo, sino que tiene que contar con el respaldo de una asociación detrás. Una asociación puede formarse con tres personas, así que es justo eso lo que necesito: dos personas más que crean que hay que hacer algo o sucumbir en el intento.

Os espero.

Tragedia en Barajas


Vergüenza verde


En los Jardines del Prado de San Sebastían, que ya es un parque adulto, hay una zona frondosa que estaba llena de vida, bajo la sombra de casi doscientos árboles y arbustos. Un espacio amplio y agradable, regado por el agua de tres fuentes y dividido en varios tramos que ha ido tomando la solera de sus 15 años de existencia. De todo el parque, esta franja marcada por los setos era el lugar preferido de las personas que por allí viven, sobre todo de los niños que creían que ese trozo de naturaleza, tan inmenso para ellos, les pertenecía desde que nacieron. Como Prado lo han visto siempre y así lo han llamado. Allí jugaban y han crecido a la vez que la arboleda. Pero ellos no saben que cada año la ciudad se reserva para el verano el inicio de una obra impopular, algún desaguisado bárbaro, y siempre en el mes de agosto cuando los niños están fuera, en plenas vacaciones, y cuando muchas voces de la conciencia sevillana descansan. La obra que los políticos y la Universidad tenían preparada para agosto es la destrucción del mejor cahíz del Prado sevillano por antonomasia. La Universidad, que no abre la boca ante los desmanes urbanísticos y ecológicos, no sabe cómo explicarle a los niños lo del arboricidio, y se ha inventado eso de que esta es la mejor época para los transplantes, que es como eufemísticamente se le llama ahora al arboricidio. El parque de los niños lo han cercado de noche con un lona de color verde, acorde con el jardín y el medio ambiente. Lona bien tupida como corresponde a las obras de agosto. Está estudiado: mientras más tupida es la lona mayor es el desaguisado. Pero esta operación es distinta porque se hace en nombre de la cultura y por iniciativa de la Hispalense que está enfrente, pero de vacaciones. A los niños habrá que explicarles que se puede destruir el patrimonio artístico y natural en nombre de la cultura, como derribaron la antigua Universidad de la calle Laraña. Se les dirá que no hay mejor lugar para una biblioteca, el único solar existente. Pronto empezará la farsa de los transplantes, mientras una vecina denuncia que ya han destruido dos fuentes: una entera, otra a la mitad. Falta la última. Hay que darse prisa, son varias las denuncias interpuestas y esta es una ciudad acostumbrada a los hechos consumados.
Como efectivamente ha ocurrido finalmente. Esta mañana había una manifestación convocada a las 9 de la mañana en frente al vallado de la vergüenza. Al principio, nos encontrábamos allí unas 20 personas, de las que al menos la mitad eran de los medios de comunicación. A la hora a la que me he marchado del parque podría haber allí quizás un centenar de vecinos, entre transeúntes curiosos, pensionistas, trabajadores y estudiantes "haciendo pellas", una pequeña masa de ciudadanos que sólo ha conseguido pagar sus frustraciones con la valla y los cuatro policías a los que les ha tocado aguantar el chaparrón de quejas y las insolencias de algún viejo envalentonado. De los culpables de esta situación, a mitad de camino entre la especulación y el abuso de poder, ni se sabe ni se espera nada.


Yo no sé si a alguien le parece normal que se destroce un parque que hace 10 años se pagó con una subvención europea de 5 millones de euros para hacer una biblioteca en un sitio donde no hacen falta más bibliotecas, habiendo solares vacíos al lado y edificios públicos medio abandonados. Que se haga en nombre de la universidad no significa nada: yo soy miembro de la comunidad universitaria y no le veo ni pies ni cabeza, mucho menos cuando el estado del patrimonio natural de Sevilla es para que se le caiga la cara de vergüenza a más de uno. En cualquier caso, me llevo la sensación de que no le importa a demasiada gente este puntapié arrogante del Consistorio, fríamente planificado para llevarse a cabo a primera hora de la mañana de un día laboral del mes de Agosto.

Por lo visto, no le importa a demasiados ecologistas, que parecen haberse creído eso de que un árbol de 15 metros de altura pueda ser serrado (he podido oír a los operarios buscando una sierra, que no creo que sirva para cavar y sacar el árbol de raíz) y después felizmente "trasplantado". Tampoco le importa a los viandantes: a las miles de personas que cada día pasan por el nudo de transportes que es el Prado de San Sebastián y que felizmente pueden disfrutar de su camino gracias a la cercanía de espacios abiertos llenos de árboles (porque lo que somos los vecinos de la estación podemos dar fe de la concentración de CO2 y el nivel de ruido de esta zona). Desde luego, no parece importarle mucho a la comunidad universitaria, preocupada en apurar los últimos días de verano o amedrentada por la posibilidad de que los "hilos del poder" que parten del ayuntamiento socialista puedan cortocircuitar las subvenciones para sus investigaciones.

No sé qué consecuencias tendrá el hecho de que un par de vecinos hayan derribado parte de la valla para entrar en la zona que está siendo destrozada. Espero sinceramente que ni los medios lo utilicen para descalificar la protesta de los ciudadanos ni que el Ayuntamiento reclame a los vecinos por el retraso o los desperfectos (tampoco sería de extrañar, vista la exquisita dedicación y el respeto que tiene nuestro Ayuntamiento con los vecinos de la zona). Comprendo la reacción de estas personas y aplaudo que todos los demás las hayan seguido, irrumpiendo en una de las plazas (donde antes hubiera una preciosa fuente, ahora destartalada) para colocar sus pancartas y dejar constancia de lo que aquí está pasando. Yo particularmente no me he sumado, por considerarlo inadecuado y en todo caso contrario a nuestros intereses: si queremos quejarnos de verdad por el arboricidio del Prado, ya que las autoridades no van a echarnos ni caso, la solución no es comportarse como energúmenos ni pagarlo con operarios ni policías, porque además así corremos el riesgo de que nos tomen por masa, cuando somos gente de bien quejándose por un motivo justo. El día que nos organicemos para plantarnos como árboles en la puerta del Ayuntamiento o le pongamos un vallado verde con algún mensaje reivindicativo (del tipo "éste es nuestro muro de la vergüenza"), ahí estaré para seguir denunciando esta "vergüenza verde" que está pasando a escasos metros de mi casa.

La imagen lo dice todo


Gaudium et Spes


El siguiente fragmento corresponde a la exposición preliminar de la encíclica "Gaudium et Spes", una de las Constituciones del Concilio Vaticano II, que trata del papel de la Iglesia en el mundo actual. En la exposición, se desbroza el análisis más profundo que he tenido a mi alcance, hasta la fecha, del mundo presente, de sus oportunidades y amenazas.


SITUACIÓN DEL HOMBRE EN EL MUNDO DE HOY


Esperanzas y temores

4. (...)

El género humano se halla en un período nuevo de su historia, caracterizado por cambios profundos y acelerados, que progresivamente se extienden al universo entero. Los provoca el hombre con su inteligencia y su dinamismo creador; pero recaen luego sobre el hombre, sobre sus juicios y deseos individuales y colectivos, sobre sus modos de pensar y sobre su comportamiento para con las realidades y los hombres con quienes convive. Tan es así esto, que se puede ya hablar de una verdadera metamorfosis social y cultural, que redunda también en la vida religiosa.

Como ocurre en toda crisis de crecimiento, esta transformación trae consigo no leves dificultades. Así mientras el hombre amplía extraordinariamente su poder, no siempre consigue someterlo a su servicio. Quiere conocer con profundidad creciente su intimidad espiritual, y con frecuencia se siente más incierto que nunca de sí mismo. Descubre paulatinamente las leyes de la vida social, y duda sobre la orientación que a ésta se debe dar.

Jamás el género humano tuvo a su disposición tantas riquezas, tantas posibilidades, tanto poder económico. Y, sin embargo, una gran parte de la humanidad sufre hambre y miseria y son muchedumbre los que no saben leer ni escribir. Nunca ha tenido el hombre un sentido tan agudo de su libertad, y entretanto surgen nuevas formas de esclavitud social y psicológica. Mientras el mundo siente con tanta viveza su propia unidad y la mutua interdependencia en ineludible solidaridad, se ve, sin embargo, gravísimamente dividido por la presencia de fuerzas contrapuestas. Persisten, en efecto, todavía agudas tensiones políticas, sociales, económicas, raciales e ideológicas, y ni siquiera falta el peligro de una guerra que amenaza con destruirlo todo. Se aumenta la comunicación de las ideas; sin embargo, aun las palabras definidoras de los conceptos más fundamentales revisten sentidos harto diversos en las distintas ideologías. Por último, se busca con insistencia un orden temporal más perfecto, sin que avance paralelamente el mejoramiento de los espíritus.

Afectados por tan compleja situación, muchos de nuestros contemporáneos difícilmente llegan a conocer los valores permanentes y a compaginarlos con exactitud al mismo tiempo con los nuevos descubrimientos. La inquietud los atormenta, y se preguntan, entre angustias y esperanzas, sobre la actual evolución del mundo. El curso de la historia presente en un desafío al hombre que le obliga a responder.

Cambios profundos

5. La turbación actual de los espíritus y la transformación de las condiciones de vida están vinculadas a una revolución global más amplia, que da creciente importancia, en la formación del pensamiento, a las ciencias matemáticas y naturales y a las que tratan del propio hombre; y, en el orden práctico, a la técnica y a las ciencias de ella derivadas. El espíritu científico modifica profundamente el ambiente cultural y las maneras de pensar. La técnica con sus avances está transformando la faz de la tierra e intenta ya la conquista de los espacios interplanetarios.

También sobre el tiempo aumenta su imperio la inteligencia humana, ya en cuanto al pasado, por el conocimiento de la historia; ya en cuanto al futuro, por la técnica prospectiva y la planificación. Los progresos de las ciencias biológicas, psicológicas y sociales permiten al hombre no sólo conocerse mejor, sino aun influir directamente sobre la vida de las sociedades por medio de métodos técnicos. Al mismo tiempo, la humanidad presta cada vez mayor atención a la previsión y ordenación de la expansión demográfica.

La propia historia está sometida a un proceso tal de aceleración, que apenas es posible al hombre seguirla. El género humano corre una misma suerte y no se diversifica ya en varias historias dispersas. La humanidad pasa así de una concepción más bien estática de la realidad a otra más dinámica y evolutiva, de donde surge un nuevo conjunto de problemas que exige nuevos análisis y nuevas síntesis.

Cambios en el orden social

6. Por todo ello, son cada día más profundos los cambios que experimentan las comunidades locales tradicionales, como la familia patriarcal, el clan, la tribu, la aldea, otros diferentes grupos, y las mismas relaciones de la convivencia social.

El tipo de sociedad industrial se extiende paulatinamente, llevando a algunos países a una economía de opulencia y transformando profundamente concepciones y condiciones milenarias de la vida social. La civilización urbana tiende a un predominio análogo por el aumento de las ciudades y de su población y por la tendencia a la urbanización, que se extiende a las zonas rurales.

Nuevos y mejores medios de comunicación social contribuyen al conocimiento de los hechos y a difundir con rapidez y expansión máximas los modos de pensar y de sentir, provocando con ello muchas repercusiones simultáneas.

Y no debe subestimarse el que tantos hombres, obligados a emigrar por varios motivos, cambien su manera de vida.

De esta manera, las relaciones humanas se multiplican sin cesar y el mismo tiempo la propia socialización crea nuevas relaciones, sin que ello promueva siempre, sin embargo, el adecuado proceso de maduración de la persona y las relaciones auténticamente personales (personalización).

Esta evolución se manifiesta sobre todo en las naciones que se benefician ya de los progresos económicos y técnicos; pero también actúa en los pueblos en vías de desarrollo, que aspiran a obtener para sí las ventajas de la industrialización y de la urbanización. Estos últimos, sobre todo los que poseen tradiciones más antiguas, sienten también la tendencia a un ejercicio más perfecto y personal de la libertad.

Cambios psicológicos, morales y religiosos

7. El cambio de mentalidad y de estructuras somete con frecuencia a discusión las ideas recibidas. Esto se nota particularmente entre jóvenes, cuya impaciencia e incluso a veces angustia, les lleva a rebelarse. Conscientes de su propia función en la vida social, desean participar rápidamente en ella. Por lo cual no rara vez los padres y los educadores experimentan dificultades cada día mayores en el cumplimiento de sus tareas.

Las instituciones, las leyes, las maneras de pensar y de sentir, heredadas del pasado, no siempre se adaptan bien al estado actual de cosas. De ahí una grave perturbación en el comportamiento y aun en las mismas normas reguladoras de éste.

Las nuevas condiciones ejercen influjo también sobre la vida religiosa. Por una parte, el espíritu crítico más agudizado la purifica de un concepto mágico del mundo y de residuos supersticiosos y exige cada vez más una adhesión verdaderamente personal y operante a la fe, lo cual hace que muchos alcancen un sentido más vivo de lo divino. Por otra parte, muchedumbres cada vez más numerosas se alejan prácticamente de la religión. La negación de Dios o de la religión no constituye, como en épocas pasadas, un hecho insólito e individual; hoy día, en efecto, se presenta no rara vez como exigencia del progreso científico y de un cierto humanismo nuevo. En muchas regiones esa negación se encuentra expresada no sólo en niveles filosóficos, sino que inspira ampliamente la literatura, el arte, la interpretación de las ciencias humanas y de la historia y la misma legislación civil. Es lo que explica la perturbación de muchos.

Los desequilibrios del mundo moderno

8. Una tan rápida mutación, realizada con frecuencia bajo el signo del desorden, y la misma conciencia agudizada de las antinomias existentes hoy en el mundo, engendran o aumentan contradicciones y desequilibrios.

Surgen muchas veces en el propio hombre el desequilibrio entre la inteligencia práctica moderna y una forma de conocimiento teórico que no llega a dominar y ordenar la suma de sus conocimientos en síntesis satisfactoria. Brota también el desequilibrio entre el afán por la eficacia práctica y las exigencias de la conciencia moral, y no pocas veces entre las condiciones de la vida colectiva y a las exigencias de un pensamiento personal y de la misma contemplación. Surge, finalmente, el desequilibrio entre la especialización profesional y la visión general de las cosas.

Aparecen discrepancias en la familia, debidas ya al peso de las condiciones demográficas, económicas y sociales, ya a los conflictos que surgen entre las generaciones que se van sucediendo, ya a las nuevas relaciones sociales entre los dos sexos.

Nacen también grandes discrepancias raciales y sociales de todo género. Discrepancias entre los países ricos, los menos ricos y los pobres. Discrepancias, por último, entre las instituciones internacionales, nacidas de la aspiración de los pueblos a la paz, y las ambiciones puestas al servicio de la expansión de la propia ideología o los egoísmos colectivos existentes en las naciones y en otras entidades sociales.

Todo ello alimenta la mutua desconfianza y la hostilidad, los conflictos y las desgracias, de los que el hombre es, a la vez, causa y víctima.

Aspiraciones más universales de la humanidad

9. Entre tanto, se afianza la convicción de que el género humano puede y debe no sólo perfeccionar su dominio sobre las cosas creadas, sino que le corresponde además establecer un orden político, económico y social que esté más al servicio del hombre y permita a cada uno y a cada grupo afirmar y cultivar su propia dignidad.

De aquí las instantes reivindicaciones económicas de muchísimos, que tienen viva conciencia de que la carencia de bienes que sufren se debe a la injusticia o a una no equitativa distribución. Las naciones en vía de desarrollo, como son las independizadas recientemente, desean participar en los bienes de la civilización moderna, no sólo en el plano político, sino también en el orden económico, y desempeñar libremente su función en el mundo. Sin embargo, está aumentando a diario la distancia que las separa de las naciones más ricas y la dependencia incluso económica que respecto de éstas padecen. Los pueblos hambrientos interpelan a los pueblos opulentos.

La mujer, allí donde todavía no lo ha logrado, reclama la igualdad de derecho y de hecho con el hombre. Los trabajadores y los agricultores no sólo quieren ganarse lo necesario para la vida, sino que quieren también desarrollar por medio del trabajo sus dotes personales y participar activamente en la ordenación de la vida económica, social, política y cultural. Por primera vez en la historia, todos los pueblos están convencidos de que los beneficios de la cultura pueden y deben extenderse realmente a todas las naciones.

Pero bajo todas estas reivindicaciones se oculta una aspiración más profunda y más universal: las personas y los grupos sociales están sedientos de una vida plena y de una vida libre, digna del hombre, poniendo a su servicio las inmensas posibilidades que les ofrece el mundo actual. Las naciones, por otra parte, se esfuerzan cada vez más por formar una comunidad universal.

De esta forma, el mundo moderno aparece a la vez poderoso y débil, capaz de lo mejor y de lo peor, pues tiene abierto el camino para optar entre la libertad o la esclavitud, entre el progreso o el retroceso, entre la fraternidad o el odio. El hombre sabe muy bien que está en su mano el dirigir correctamente las fuerzas que él ha desencadenado, y que pueden aplastarle o servirle. Por ello se interroga a sí mismo.

Los interrogantes más profundos del hombre

10. En realidad de verdad, los desequilibrios que fatigan al mundo moderno están conectados con ese otro desequilibrio fundamental que hunde sus raíces en el corazón humano. Son muchos los elementos que se combaten en el propio interior del hombre. A fuer de criatura, el hombre experimenta múltiples limitaciones; se siente, sin embargo, ilimitado en sus deseos y llamado a una vida superior. Atraído por muchas solicitaciones, tiene que elegir y que renunciar. Más aún, como enfermo y pecador, no raramente hace lo que no quiere y deja de hacer lo que querría llevar a cabo. Por ello siente en sí mismo la división, que tantas y tan graves discordias provoca en la sociedad. Son muchísimos los que, tarados en su vida por el materialismo práctico, no quieren saber nada de la clara percepción de este dramático estado, o bien, oprimidos por la miseria, no tienen tiempo para ponerse a considerarlo. Otros esperan del solo esfuerzo humano la verdadera y plena liberación de la humanidad y abrigan el convencimiento de que el futuro del hombre sobre la tierra saciará plenamente todos sus deseos. Y no faltan, por otra parte, quienes, desesperando de poder dar a la vida un sentido exacto, alaban la insolencia de quienes piensan que la existencia carece de toda significación propia y se esfuerzan por darle un sentido puramente subjetivo. Sin embargo, ante la actual evolución del mundo, son cada día más numerosos los que se plantean o los que acometen con nueva penetración las cuestiones más fundamentales: ¿Qué es el hombre? ¿Cuál es el sentido del dolor, del mal, de la muerte, que, a pesar de tantos progresos hechos, subsisten todavía? ¿Qué valor tienen las victorias logradas a tan caro precio? ¿Qué puede dar el hombre a la sociedad? ¿Qué puede esperar de ella? ¿Qué hay después de esta vida temporal?.


Fuente: Archivos Vaticanos.
Fotografía: Número 1084 de la revista XL Semanal. "La China oculta", de Álvaro Ybarra Zavala.

Ésta es la democracia que queremos

En verano del año pasado, algunos compañeros dedicamos un cálido día del verano sevillano a hablar de democracia. Fue para mí un auténtico placer hacer de anfitrión de estas gentes que vinieron a conocer mi tierra y a conocerme y he de decir que, conforme pasan los días (hoy 4 de Agosto se cumple el primer aniversario), se hacen el recuerdo cada vez más dulce y las ganas de repetirlo más intensas. Podríamos decir que la idea de nuestra cita fue, en principio, hacer un encuentro blogger, pero después creció para convertirse en un auténtico encuentro ciudadano. En este encuentro ciudadano, anécdotas y apuntes estratégicos aparte, llegamos entre los seis a un acuerdo de las características irrenunciables que, para nosotros, tiene la democracia. Esta lista que pongo a continuación la he repetido muchas veces en la red, pero no quiero renunciar a ella, porque no quiero olvidar aquél día memorable, ni las palabras y sentimientos compartidos, y porque lógicamente esta lista merece ser compartida con todos los que se consideran demócratas.

Siento decir que la lista no es original, porque perdí gran parte de la documentación cuando "tumbaron" el portal de la ALCD en Noviembre del año pasado. Lo que presento aquí es lo que con esfuerzo soy capaz de recordar. Como no quiero manipular estas palabras, mezclando lo real con lo figurado, sólo diré que ésta es la democracia que imaginamos juntos aquel 4 de Agosto tal y como yo la he preservado, y que si alguno de los entonces presentes quiere añadir o remedar alguna de estas palabras, tiene toda la libertad para hacerlo.

Que lo disfruten.

  1. En democracia, existe plena garantía de las libertades civiles y cada ciudadano conoce y exige sus derechos en el cumplimiento de sus obligaciones.
  2. En democracia, todos los ciudadanos somos iguales ante la ley.
  3. En democracia, se promociona la solidaridad entre iguales y la misma ley y el ejercicio del poder están orientados al servicio de sus ciudadanos y a facilitarles la búsqueda de su felicidad.
  4. En democracia, los poderes del estado están separados y son independientes.
  5. En democracia, todo gobernante está obligado a decir la verdad y puede ser recusado y expulsado de su cargo si falta a su juramento por el mismo pueblo que le ha otorgado su poder.
  6. La democracia se sostiene en la existencia de una prensa libre y veraz.
  7. La democracia necesita una sociedad civil fuerte y desligada de los intereses de partido y exige a sus gobernantes que atiendan sus peticiones y escuchen por igual a críticos y adeptos.
  8. En democracia, el pueblo soberano tiene el derecho de expresar su opinión vinculante sobre cuantos temas tengan eco en la sociedad, a todos los niveles de gobierno.

Españolito que vienes al mundo


Ya hay un español que quiere
vivir y a vivir empieza,
entre una España que muere
y otra España que bosteza.

Españolito que vienes
al mundo te guarde Dios.
una de las dos Españas
ha de helarte el corazón.
Antonio Machado


Con el corazón helado, un abrazo muy fuerte a todos aquellos a los que hoy les duele ser españoles y, especialmente, a las víctimas del terrorismo.

Todos los ciudadanos deberíamos responder a esta pregunta

La música es para ambientar el artículo. El artículo,de José Luis González Quirós, apareció en El Confidencial el 9 de Julio.



¿Hay energía moral en la sociedad española para oponerse a las simplezas de ZP?

Los dirigentes de los partidos, encelados en su empeño por acrecentar la clientela, pueden llegar a confundir los límites de su organización con el sistema mismo. Muchos querrían que su partido no fuese una parte sino el todo. Los partidos nacionalistas incluyen esa aspiración en su ideario, porque ni siquiera pueden concebir que un buen patriota no les vote, pero el mal es más general.

Zapatero se ha descolgado el domingo con un discurso de clausura de su Congreso que, además de destilar una autocomplacencia sin límites, incurre plenamente en el error de principio de identificar a su partido con la democracia. Su razonamiento no es muy sutil, pero tiene la fuerza que siempre acompaña a lo que se repite entre aplausos que no cesan. “Compañeras, y compañeros”, dice a sus arrobados camaradas, “representáis al Partido que más se parece a la (sic) España y al Partido que más se parece a la España que confía en sí misma”.

Esta premisa, proclamada inmediatamente después de los saludos de rigor, invita a una serie de interesantes consideraciones. La primera es que la autocomplacencia deja de ser una característica psicológica moralmente discutible para convertirse en un deber moral: se da el salto del parecido de hecho al parecido como obligación, porque la representación no es una delegación sometida a reglas, como se defiende en la democracia burguesa, sino una identidad absoluta entre el pueblo y sus representantes, entre los representantes y su líder. Y si esa identidad existe, es obvio que quienes se salen de ella son enemigos de la democracia: la vieja derecha que vuelve una y otra vez por sus fueros de conservadurismo y opresión.

Una segunda consecuencia de esa manera de pensar es que la crisis -debida a causas exteriores, pero que Zapatero, abierto, flexible y realista, ni nombra ni niega-, debe afrontarse con optimismo y esperanza, confiando en el gran timonel y en sus tecnócratas. Cuando se parte de la identidad entre España y el partido de ZP, no queda lugar alguno ni para el pesimismo ni para la crítica, lo que legitima el diagnóstico de Zapatero sobre los antipatriotas que “se regodean” con las dificultades porque “confían en que las cosas se tuerzan para llegar al poder”, gentes, en fin, que quedan retratadas como se merecen en otro párrafo del alegato congresual: “se apuntan con fruición a la crisis porque aspiran a que las drásticas recetas para salir de ella reacomoden ventajosamente sus intereses”.

Ante un panorama así, ¿en que ha de consistir la política? El PSOE se presenta como la fuerza del cambio (lema del Congreso) y ZP explica que la invocación ase Cambio, con mayúsculas, cuando se está en el Gobierno, apunta a algo que “está mucho más allá de una alternancia en el Gobierno”, que, por eso mismo, es un mero instrumento de una fuerza que “viene de lejos y que va aún más lejos”. Una fuerza que se propone transformar el presente desde el Gobierno e imaginar el futuro desde las ideas.

Este discurso es coherente precisamente porque está vacío, y puede estar vacío porque vive de la convicción de que no tiene rival. Zapatero desprecia infinitamente sus alternativas y se ve retratado como la más bella en el espejo de las carencias ajenas. No ignora que hay zonas de la realidad española que no se le someten, pero cuenta con tiempo y paciencia para iniciar un cerco paciente en el que no serán aliados pequeños las torpezas y vilezas de algunos de sus supuestos adversarios.

El leonés advierte que el PSOE tiene ideas, pero que esas ideas son, sobre todo, acción, y no hace falta ser muy avispado para adivinar que se dispone a derribar metódicamente toda clase de símbolos que recuerden, aunque sea vagamente, una realidad distinta a la que él propone, todo discurso que difiera del que, según nos dice, la gente desea oír. El PSOE se presenta como un partido que da “tranquilidad a la ciudadanía”, que le da las cosas pensadas, que le ofrece las conquistas por contrato.

¿Habrá energía intelectual y moral en la sociedad española como para ofrecer una alternativa a tanta simpleza? Zapatero cree que no, y se precia de conocer muy bien a una derecha que se avergüenza de su nombre. En su discurso, ha trazado magistralmente el campo de batalla en el que espera aniquilar lo que queda del pasado, esa derecha triste y antipática que es la responsable de todos los males que afligen a los españoles, males que él ha disipado con un par de eslóganes, cuatro fintas y algún gesto torero. ¿Será verdad que hay gente capaz de no resignarse y de plantear una batalla frontal e inteligente a esta izquierda encantada de haberse conocido? No creo que ni la Bolsa ni la inflación tengan la respuesta. Hacen falta políticos y no figurantes a sueldo del sistema en el que felizmente impera ZP.

Anochece en Cádiz


... ojalá estuviera allí para contemplarlo otra vez.

Reflexiones en torno a CiuDem

Desde hace casi medio año, un pequeño grupo de internautas nos hemos ido congregando en torno al proyecto de Ciudadanos por la Democracia (CiuDem), en el que actualmente participan 23 miembros (29, si contamos los de las redes sociales) y mantiene, gracias a los esfuerzos impagables de algunos de sus integrantes, una red de recursos con una actividad diaria.

Por sus orígenes, CiuDem es una asociación libre de ciudadanos que desean la democracia. Los objetivos de nuestra asociación virtual son, como reza la portada de nuestro blog, compartir la búsqueda de un sistema político justo, empezando para ello a reunirse con ese mismo espíritu, esperando el consejo de aquel que nos lea y sienta lo mismo que nosotros. Por lo tanto, nos encontramos en una etapa de búsqueda, de puesta en común y de aprendizaje. Ciertamente, CiuDem es un proyecto político, como deja bien claro su ideario, pero, por sus características, sienta sus bases en la sociedad civil y no quiere participar en el poder. Los ingleses tiene un nombre para esto: Ciudadanía Activa.

No somos un protopartido, ni un movimiento ideológico. En ningún punto de nuestro ideario se considera la oportunidad de convertirnos en aquéllo de lo que renegamos. No obstante, siempre ha latido en el fondo de nuestro discurso un pulso que ha avivado la discordia y quizás haya dado lugar a muchos desencuentros. Ya antes, cuando formábamos parte de la ALCD, experimentamos cómo todos aquellos que pujaban más fuerte por acelerar la activación del grupo acababan fuera de él. El motivo es que todavía no nos sentíamos preparados, o que no veíamos claro el camino que se nos estaba marcando. Formar una máquina cívica con piezas que por definición son genuinas y singulares es bastante complicado; mucho más cuando las piezas tienen su propia vida y la sana costumbre de pensar por sí mismas. Cuando hablamos de un grupo de personas que deciden juntarse para transitar el camino hacia la democracia, hablamos de gente que lleva ya un trecho recorrido por su cuenta, que no reniega de sí misma - todo lo contrario - y que además va madurando conforme se va haciendo camino. No siempre es posible, y no siempre sale bien.

Mi decisión personal, ahora y hasta que el cuerpo aguante, es permanecer en el grupo, mantenerlo unido y trabajar para que crezca, ya que la democracia no puede conseguirse a base de pocas grandes individualidades, sino con la suma de muchas pequeñas; si no es así, será el gobierno de unos pocos privilegiados, pero no del pueblo.

Reconozco que todavía soy un niño de teta comparado con quienes me rodean en esta empresa. Desde esta posición de aprendiz, he observado a estos ciudadanos ejemplares y he seguido la estela de sus pensamientos. Muchos de ellos comenzaron cuando todavía gobernaba Aznar, resueltos a criticar sus modos arrogantes y la falta de democracia del sistema; Ahora que lo hace Zapatero, en el mandato donde por fin sabremos quién es y qué tiene en la cabeza, los actores han cambiado, pero las circunstancias son las mismas, y por eso siguen ahí. Lo que sí ha cambiado profundamente es la comprensión de nuestro papel como ciudadanos en el juego del poder.

En palabras de mis compañeros, éste es nuestro papel:

Se trata de aferrarnos a la verdad que nutra a la justicia que ampare el derecho, defendiéndola con la razón y el coraje que no deje fisuras a la renuncia.

La muerte la tenemos segura. La vida hay que merecerla, ganándola cada día.
Esta manera de sentir y hacer política no es por la gloria, sino todo lo contrario: es un compromiso con uno mismo, una imagen de lo que somos, proyectada en el futuro, que nos hace sentirnos orgullosos de lo que vamos a hacer y lo que ya hemos hecho.
El pedir LA DEMOCRACIA, así con mayúsculas es una obligación moral de todo ciudadano que no pueda soportar situaciones de ese tipo sin inmutarse. Somos nosotros los que lo tenemos que hacer. Somos nosotros los que lo tenemos que solicitar. Somos nosotros los que nos tememos que movilizar para ello. En circunstancias como éstas, algo nuestro se mueve; esto se mueve.

Pasar a la acción es hacer todo lo que esté en las posibilidades de cada uno por la democracia y por los demás.

La democracia es una forma incómoda de Estado. Incómoda para los ciudadanos, obligados a informarse y participar activamente en la vida socio-política de su Estado si quieren coparticipar de forma responsable en la toma de decisiones. Ello supone una gran inversión de tiempo y un profundo sentido de la responsabilidad.

Tengo una obligación con todas las personas que han invertido su tiempo en conversar conmigo y en desplazarse hasta mi casa para conocerme y que se han arriesgado a abrir su corazón y compartir sus sueños. Tengo una obligación conmigo mismo, por coherencia, y con todas aquellas personas a las que quiero y para las que deseo paz y felicidad.

Ahora que vamos despacio y el calor nos pesa en la cabeza, a ver si saco un poco de tiempo para pensar en cuál puede ser la mejor manera de convencer a la gente de que la culpa de el 90% de nuestros problemas, crisis incluida, la tiene la clase política, de que la realidad no es lo que nos cuentan las noticias, sino lo que nos contamos unos a otros cuando hablamos de nuestros problemas para llegar a fin de mes, de que ya está bien de tragarse el sapo de aguantar horas en una ventanilla para que nos ninguneen, de presentarse a unas oposiciones sabiendo que hay plazas "reservadas", de ver cómo sube el salario de los carguitos municipales más que el precio del gasoil y, sobre todo, que hay que perderle el miedo a hablar de política.

El discurso fúnebre de Pericles



I

La mayor parte de quienes en el pasado han hecho uso de la palabra en esta tribuna, han tenido por costumbre elogiar a aquel que introdujo este discurso en el rito tradicional, pues pensaban que su proferimiento con ocasión del entierro de los caídos en combate era algo hermoso. A mí, en cambio, me habría parecido suficiente que quienes con obras probaron su valor, también con obras recibieran su homenaje –como este que véis dispuesto para ellos en sus exequias por el Estado–, y no aventurar en un solo individuo, que tanto puede ser un buen orador como no serlo, la fe en los méritos de muchos.

Es difícil, en efecto, hablar adecuadamente sobre un asunto respecto del cual no es segura la apreciación de la verdad, ya que quien escucha, si está bien informado acerca del homenajeado y favorablemente dispuesto hacia él, es muy posible que encuentre que lo que se dice está por debajo de lo que él desea y de lo que él conoce; y si, por el contrario, está mal informado, lo más probable es que, por envidia, cuando oiga hablar de algo que esté por encima de sus propias posibilidades, piense que se está cayendo en una exageración. Porque los elogios que se formulan a los demás se toleran sólo en tanto quien los oye se considera a sí mismo capaz también, en alguna medida, de realizar los actos elogiados; cuando, en cambio, los que escuchan comienzan a sentir envidia de las excelencias de que está siendo alabado, al punto prende en ellos también la incredulidad Pero, puesto que a los antiguos les pareció que sí estaba bien, debo ahora yo, siguiendo la costumbre establecida, intentar ganarme la voluntad y la aprobación de cada uno de vosotros tanto como me sea posible.


II

Comenzaré, ante todo, por nuestros antepasados, pues es justo y, al mismo tiempo, apropiado a una ocasión como la presente, que se les rinda este homenaje de recordación. Habitando siempre ellos mismos esta tierra a través de sucesivas generaciones, es mérito suyo el habérnosla legado libre hasta nuestros días. Y si ellos son dignos de alabanza, más aún lo son nuestros padres, quienes, además de lo que recibieron como herencia, ganaron para sí, no sin fatigas, todo el imperio que tenemos, y nos lo entregaron a los hombres de hoy.

En cuanto a lo que a ese imperio le faltaba, hemos sido nosotros mismos, los que estamos aquí presentes, en particular los que nos encontramos aún en la plenitud de la edad, quienes lo hemos incrementado, al paso que también le hemos dado completa autarquía a la ciudad, tanto para la guerra como para la paz. Pasaré por alto las hazañas bélicas de nuestros antepasados, gracias a las cuales las diversas partes de nuestro imperio fueron conquistadas, como asimismo las ocasiones en que nosotros mismos o nuestros padres repelimos ardorosamente las incursiones hostiles de extranjeros o de griegos, ya que no quiero extenderme tediosamente entre conocedores de tales asuntos. Antes, empero, de abocarme al elogio de estos muertos, quiero señalar en virtud en qué normas hemos llegado a la situación actual, y con qué sistema político y gracias a qué costumbres hemos alcanzado nuestra grandeza. No considero inadecuado referirme a asuntos tales en una ocasión como la actual, y creo que será provechoso que toda esta multitud de ciudadanos y extranjeros lo pueda escuchar.

III

Disfrutamos de un régimen político que no imita las leyes de los vecinos; más que imitadores de otros, en efecto, nosotros mismos servimos de modelo para algunos. En cuanto al nombre, puesto que la administración se ejerce en favor de la mayoría, y no de unos pocos, a este régimen se lo ha llamado democracia; respecto a las leyes, todos gozan de iguales derechos en la defensa de sus intereses particulares; en lo relativo a los honores, cualquiera que se distinga en algún aspecto puede acceder a los cargos públicos, pues se lo elige más por sus méritos que por su categoría social; y tampoco al que es pobre, por su parte, su oscura posición le impide prestar sus servicios a la patria, si es que tiene la posibilidad de hacerlo.

Tenemos por norma respetar la libertad, tanto en los asuntos públicos como en las rivalidades diarias de unos con otros, sin enojarnos con nuestro vecino cuando él actúa espontáneamente, ni exteriorizar nuestra molestia, pues ésta, aunque innocua, es ingrata de presenciar. Si bien en los asuntos privados somos indulgentes, en los públicos, en cambio, ante todo por un respetuoso temor, jamás obramos ilegalmente, sino que obedecemos a quienes les toca el turno de mandar, y acatamos las leyes, en particular las dictadas en favor de los que son víctimas de una injusticia, y las que, aunque no estén escritas, todos consideran vergonzoso infringir.

IV

Por otra parte, como descanso de nuestros trabajos, le hemos procurado a nuestro espíritu una serie de recreaciones. No sólo tenemos, en efecto, certámenes públicos y celebraciones religiosas repartidos a lo largo de todo el año, sino que también gozamos individualmente de un digno y satisfactorio bienestar material, cuyo continuo disfrute ahuyenta a la melancolía. Y gracias al elevado número de sus habitantes, nuestra ciudad importa desde todo el mundo toda clase de bienes, de manera que los que ella produce para nuestro provecho no son, en rigor, más nuestros que los foráneos.

V

A nuestros enemigos les llevamos ventaja también en cuanto al adiestramiento en las artes de la guerra, ya que mantenemos siempre abiertas las puertas de nuestra ciudad y jamás recurrimos a la expulsión de los extranjeros para impedir que se conozca o se presencie algo que, por no hallarse oculto, bien podría a un enemigo resultarle de provecho observarlo. Y es que, más que en los armamentos y estratagemas, confiamos en la fortaleza de alma con que naturalmente acometemos nuestras empresas. Y en cuanto a la educación, mientras ellos procuran adquirir coraje realizando desde muy jóvenes una ardua ejercitación, nosotros, aunque vivimos más regaladamente, podemos afrontar peligros no menores que ellos.

Prueba de esto es que los espartanos no realizan sin la compañía de otros sus expediciones militares contra nuestro territorio, sino junto a todos sus aliados; nosotros, en cambio, aun invadiendo solos tierra enemiga y combatiendo en suelo extraño contra quienes defienden lo suyo, la mayor parte de las veces nos llevamos la victoria sin dificultad. Además, ninguno de nuestros enemigos se ha topado jamás en el campo de batalla con todas nuestras fuerzas reunidas, pues simultáneamente debemos atender la mantención de nuestra flota y, en tierra, el envío de nuestra gente a diversos lugares. Sin embargo, cada vez que en algún lugar ellos se trenzan en lucha con una facción de los nuestros y resultan vencedores, se ufanan de habernos rechazado a todos, aunque sólo han vencido a algunos; y si salen derrotados, alegan que lo fueron ante todos nosotros juntos. Pero lo cierto es que, ya que preferimos afrontar los peligros de la guerra con serenidad antes que habiéndonos preparado con arduos ejercicios, ayudados más por
la valentía de los caracteres que por la prescrita en ordenanzas, les llevamos la ventaja de que no nos angustiamos de antemano por las penurias futuras, y, cuando nos toca enfrentarlas, no demostramos menos valor que ellos viven en permanente fatiga.

Pero no sólo por éstas, sino también por otras cualidades nuestra ciudad merece ser admirada.

VI

En efecto, amamos el arte y la belleza sin desmedirnos, y cultivamos el saber sin ablandarnos. La riqueza representa para nosotros la oportunidad de realizar algo, y no un motivo para hablar con soberbia; y en cuanto a la pobreza, para nadie constituye una vergüenza el reconocerla, sino el no esforzarse por evitarla. Los individuos pueden ellos mismos ocuparse simultáneamente de sus asuntos privados y de los públicos; no por el hecho de que cada uno esté entregado a lo suyo, su conocimiento de las materias políticas es insuficiente. Somos los únicos que tenemos más por inútil que por tranquila a la persona que no participa en las tareas de la comunidad. Somos nosotros mismos los que deliberamos y decidimos conforme a derecho sobre la cosa pública, pues no creemos que lo que perjudica a la acción sea el debate, sino precisamente el no dejarse instruir por la discusión antes de llevar a cabo lo que hay que hacer. Y esto porque también nos diferenciamos de los demás en que podemos ser muy osados y, al mismo tiempo, examinar cuidadosamente las acciones que estamos por emprender; en este aspecto, en cambio, para los otros la audacia es producto de su ignorancia, y la reflexión los vuelve temerosos. Con justicia pueden ser reputados como los de mayor fortaleza espiritual aquellos que, conociendo tanto los padecimientos como los placeres, no por ello retroceden ante los peligros.

También por nuestra liberalidad somos muy distintos de la mayoría de los hombres, ya que no es recibiendo beneficios, sino prestándolos, que nos granjeamos amigos. El que hace un beneficio establece lazos de amistad más sólidos, puesto que con sus servicios al beneficiado alimenta la deuda de gratitud de éste. El que debe favores, en cambio, es más desafecto, pues sabe que al retribuir la generosidad de que ha sido objeto, no se hará merecedor de la gratitud, sino que tan sólo estará pagando una deuda. Somos los únicos que, movidos, no por un cálculo de conveniencia sino por nuestra fe en la liberalidad, no vacilamos en prestar nuestra ayuda a cualquiera.

VII

Para abreviar, diré que nuestra ciudad, tomada en su conjunto, es norma para toda Grecia, y que, individualmente, un mismo hombre de los nuestros se basta para enfrentar las más diversas situaciones, y lo hace con gracia y con la mayor destreza. Y que estas palabras no son un ocasional alarde retórico, sino la verdad de los hechos, lo demuestra el poderío mismo que nuestra ciudad ha alcanzado gracias a estas cualidades. Ella, en efecto, es la única de las actuales que, puesta a prueba, supera su propia reputación; es la única cuya victoria, el agresor vencido, dada la superioridad de los causantes de su desgracia, acepta con resignación; es la única, en fin, que no les da motivo a sus súbditos para alegar que están inmerecidamente bajo su yugo.

Nuestro poderío, pues, es manifiesto para todos, y está ciertamente más que probado. No sólo somos motivo de admiración para nuestros contemporáneos, sino que lo seremos también para los que han de venir después. No necesitamos ni a un Homero que haga nuestro panegírico, ni a ningún otro que venga a darnos momentáneamente en el gusto con sus versos, y cuyas ficciones resulten luego desbaratadas por la verdad de los hechos. Por todos los mares y por todas las tierras se ha abierto camino nuestro coraje, dejando aquí y allá, para bien o para mal, imperecederos recuerdos.

Combatiendo por tal ciudad y resistiéndose a perderla es que estos hombres entregamos notablemente sus vidas; justo es, por tanto, que cada uno de quienes les hemos sobrevivido anhele también bregar por ella.


VIII

La razón por la que me he referido con tanto detalle a asuntos concernientes a la ciudad, no ha sido otra que para haceros ver que no estamos luchando por algo equivalente a aquello por lo que luchan quienes en modo alguno gozan de bienes semejantes a los nuestros y, asimismo, para darle un claro fundamento al elogio de los muertos en cuyo honor hablo en esta ocasión. La mayor parte de este elogio ya está hecha, pues las excelencias por las que he celebrado a nuestra ciudad no son sino fruto del valor de estos hombres y de otros que se les asemejan en virtud. No de muchos griegos podría afirmarse, como sí en el caso de éstos, que su fama está en conformidad con sus obras. Su muerte, en mi opinión, ya fuera ella el primer testimonio de su valentía, ya su confirmación postrera, demuestra un coraje genuinamente varonil. Aun aquellos que puedan haber obrado mal en su vida pasada, es justo que sean recordados ante todo por el valor que mostraron combatiendo por su patria, pues al anular lo malo con lo bueno resultaron más beneficiosos por su servicio público que perjudiciales por su conducta privada.

A ninguno de estos hombres lo ablandó el deseo de seguir gozando de su riqueza; a ninguno lo hizo aplazar el peligro la posibilidad de huir de su pobreza y enriquecerse algún día. Tuvieron por más deseable vengarse de sus enemigos, al tiempo que les pareció que ese era el más hermoso de los riesgos. Optaron por correrlo, y, sin renunciar a sus deseos y expectativas más personales, las condicionaron, sí, al éxito de su venganza. Encomendaron a la esperanza lo incierto de su victoria final, y, en cuanto al desafío inmediato que tenían por delante, se confiaron a sus propias fuerzas. En ese trance, también más resueltos a resistir y padecer que a salvarse huyendo, evitaron la deshonra e hicieron frente a la situación con sus personas. Al morir, en ese brevísimo instante arbitrado por la fortuna, se hallaban más en la cumbre de la determinación que del temor.

IX

Estos hombres, al actuar como actuaron, estuvieron a la altura de su ciudad. Deber de quienes les han sobrevivido, pues, es hacer preces por una mejor suerte en los designios bélicos, y llevarlos a cabo con no menor resolución. No sólo oyendo las palabras que alguien pueda deciros debéis reflexionar sobre el servicio que prestáis –servicio que cualquiera podría detenerse a considerarse ante vosotros, que muy bien lo conocéis por propia experiencia, señalándoos cuántos bienes están comprometidos en el acto de defenderse de los enemigos–; antes bien, debéis pensar en él contemplando en los hechos, cada día, el poderío de nuestra ciudad, y prendándoos de ella. Entonces, cuando la ciudad se os manifieste en todo su esplendor, parad mientes en que éste es el logro de hombres bizarros, conscientes de su deber y pundonorosos en su obrar; de hombres que, si alguna vez fracasaron al intentar algo, jamás pensaron en privar a la ciudad del coraje que los animaba, sino que se lo ofrendaron como el más hermoso de sus tributos. Al entregar cada uno de ellos la vida por su comunidad, se hicieron merecedores de un elogio imperecedero y de la sepultura más ilustre. Esta, más que el lugar en que yacen sus cuerpos, es donde su fama reposa, para ser una y otra vez recordada, de palabra y de obra, en cada ocasión que se presente.

La tumba de los grandes hombres es la tierra entera: de ellos nos habla no sólo una inscripción sobre sus lápidas sepulcrales; también en suelo extranjero pervive su recuerdo, grabado no en un monumento, sino, sin palabras, en el espíritu de cada hombre. Imitad a éstos ahora vosotros, cifrando la felicidad en la libertad, y la libertad en la valentía, sin inquietaros por los peligros de la guerra. Quienes con más razón pueden ofrendar su vida no son aquellos infortunados que ya nada bueno esperan, sino, por el contrario, quienes corren el riesgo de sufrir un revés de fortuna en lo que les queda por vivir, y para los que, en caso de experimentar una derrota, el cambio sería particularmente grande. Para un hombre que se precia a sí mismo, en efecto, padecer cobardemente la dominación es más penoso que, casi sin darse cuenta, morir animosamente y compartiendo una esperanza.

X

Por tal razón es que a vosotros, padres de estos muertos, que estáis aquí presentes, más que compadeceros, intentaré consolaros. Puesto que habéis ya pasado por las variadas vecisitudes de la vida, debéis de saber que la buena fortuna consiste en estar destinado al más alto grado de nobleza –ya sea en la muerte, como éstos; ya en el dolor, como vosotros–, y en que el fin de la felicidad que nos ha sido asignada coincida con el fin de nuestra vida. Sé que es difícil que aceptéis esto tratándose de vuestros hijos, de quienes muchas veces os acordaréis al ver a otros gozando de la felicidad de que vosotros mismos una vez gozásteis. El hombre no experimenta tristeza cuando se lo priva de bienes que aún no ha probado, sino cuando se le arrebata uno al que ya se había acostumbrado. Pero es preciso que sepáis sobrellevar vuestra situación, incluso con la esperanza de tener otros hijos, si es que estáis aún en edad de procrearlos. En lo personal, los hijos que nazcan representarán para algunos la posibilidad de apartar el recuerdo de los que perdieron; para la ciudad, entretanto, su nacimiento será doblemente provechoso, pues no sólo impedirá que ella se despueble, sino que la hará más segura, ya que nadie puede participar en igualdad de condiciones y equitativamente en las deliberaciones políticas de la comunidad, a menos que, tal como los demás, también él exponga su prole a las consecuencias de sus resoluciones.

Y aquellos de vosotros que habéis llegado ya a la ancianidad, tened por ganancia el haber vivido felizmente la mayor parte de vuestra vida, considerad que la que os queda ha de ser breve, y consolaos con la fama alcanzada por éstos vuestros hijos. Lo único que no envejece, en efecto, es el amor a la gloria; y cuando la edad ya declina, no es atesorar bienes lo que más deleita, como algunos dicen, sino recibir honores.

XI

Y en cuanto a vosotros, hijos o hermanos, aquí presentes, de estas víctimas de la guerra, veo grande el desafío que tenéis por delante, porque solamente aquel que ya no existe suele concertar el elogio de todos; a duras penas podréis conseguir, por sobresalientes que sean vuestros méritos, ser considerados no ya sus iguales, sino incluso sus cercanos émulos. La envidia de los rivales la sufren quienes están vivos; el que, en cambio, ya no representa un obstáculo para nadie, es honrado con generosa benignidad.

Y si, para aquellas esposas que ahora quedan viudas, debo también decir algo acerca de las virtudes propias de la mujer, lo resumiré todo en un breve consejo: grande será vuestra gloria si no desmerecéis vuestra condición natural de mujeres y si conseguís que vuestro nombre ande lo menos posible en boca de los hombres, ni para bien ni para mal.

XII

En conformidad con nuestras leyes y costumbres, pues, queda dicho en mi discurso lo que me parecía pertinente. Ahora, en cuanto a los hechos, los hombres a quienes estamos sepultando han recibido ya nuestro homenaje. De la educación de sus hijos, desde este momento hasta su juventud, se hará cargo la ciudad. Tal es la provechosa corona que ella impone a estas víctimas, y a los que ellas dejan, como premio de tan valerosas hazañas. Cuando los más preciados galardones que una ciudad otorga son los que recompensan la valentía, entonces también posee ella los ciudadanos más valientes.

Y ahora, después de haber llorado cada uno a sus deudos, podéis marcharos.

Una idea sobre nuestro sistema político - IV

Este lento y profundo análisis sobre nuestro sistema político continua, a la espera de que el PP se aclare de una vez consigo mismo y pasen los 100 días de rigor para valorar la labor de Rosa Díez como parlamentaria y única representante pública de UPyD. Mientras tanto, después de valorar los problemas estructurales que tiene nuestro sistema político como ciudadano, establecer un método para valorar las propuestas existentes y entrar al trapo del programa electoral del gobierno socialista, creía necesario mostrar una panorámica alternativa de nuestro sistema - mal llamado democracia - apelando a un buen ensayo que he encontrado buceando por la red, de un señor de Orense llamado Manuel Domínguez Quiroga, a quien felicito por su sencillez, claridad y contundencia.

El artículo está organizado en diez apartados, donde el autor desarrolla las diez características que, en su opinión, definen nuestra democracia. Éstas son sus palabras:

  1. Memoria.
  2. El 20 de Noviembre de 1975 moría Franco produciendo un gran sentimiento en la inmensa mayoría de la población y un estado de expectación en los menos. De estos, algunos -muy pocos- formaban parte de algún partido clandestino, otros habían viajado al extranjero y comparaban aquellos regímenes con lo que pasaba aquí y, finalmente otros -incluso a veces sin tener las ideas muy claras- deseaban que las cosas no siguiesen siendo como eran, que se les dejase dar su opinión, que se contase con ellos. Querían, en definitiva, un gobierno del pueblo, es decir (derivando del griego) una demo-cracia.
  3. Preparación.

    De poco importa imponer un sistema democrático si la gente no conoce y acepta interiormente sus premisas y compromisos. Decirles, simplemente, que va a mandar quien saque más votos en unas elecciones es una forma burda de explicarlo, pues, si no se dice nada más, cada uno lo entenderá a su manera y el objetivo no será la democracia sino los votos (que se buscarán por el medio que sea, lícito o ilícito, pacífico o violento) con lo cual se estará dando la categoría de fin a lo que no es más que un medio. Se confundiría la herramienta con la obra que se quiere construir.

    La esencia de la Democracia consiste en estar dispuesto a aceptar el criterio de la mayoría aunque se considere equivocado. ¿Estaban los españoles preparados para eso? ¿Estaba el país preparado para la Democracia?

  4. Circunferencia.
    Es curioso, pero la trayectoria de nuestra democracia ha dibujado una CIRCUNFERENCIA perfecta en el tiempo. Partiendo de un punto de origen, llamado Democracia Orgánica, hemos trazado esa circunferencia y estamos de nuevo en otra Democracia Orgánica. ¿En que consistía tal concepto en los tiempos de Franco? En que el individuo no tenía voto como persona, sino como integrante de un organismo. Y eran estos organismos, controlados por una casta política sumisa y lacaya, los que decidían. Hoy ocurre lo mismo, sólo que en vez de llamarse Sindicato Vertical, Consejo Nacional de esto o de lo otro, se llaman PP, PSOE, IU, etc. Sí. Hay alguna diferencia: aquellos organismos eran de un sentir homogéneo y los de ahora pueden tener criterios distintos. Por otro lado, cada cuatro años podemos elegir un órgano "dictador" u otro. Pero el sistema, gobierno de unos organismos, es el mismo. Técnicamente, estamos en una Democracia Orgánica. Podemos admitir que esta Democracia Orgánica es mejor que la de Franco, pero sigue siendo Orgánica. Y si este epíteto pudiera resultar molesto u ofensivo, podríamos darle otro, también adecuado y compatible, el de "partitocracia". Si democracia es el gobierno del pueblo, partitocracia es el gobierno de los partidos. Y esto sí que no lo puede negar nadie.
  5. Normas.
    El hecho es que se partió de una Ley Electoral (2)que, en aquellos momentos de incertidumbre y desconexión con el entramado social, sirvió para aclarar posiciones, es decir, delimitar poderes, grupos y tendencias. Sirvió, que duda cabe, para marcar un comienzo, para tener un punto de partida. Pero una vez hecho esto, esa Ley tenía que haberse cambiado, porque fue una Ley de circunstancias, pensada, por un lado, para evitar la avalancha de minipartidos que se temía (la famosa "sopa de letras") y por otro para beneficiar a aquellas agrupaciones no nacionales pero con una fuerte implantación en alguna circunscripción (provincia) determinada, caso de los nacionalistas vascos y catalanes a los que se quiso contentar. Aquella Ley primera fue substituida por una posterior Ley Orgánica(3) modificada hasta 12 veces (la última en Noviembre del 2003), por otras tantas Leyes Orgánicas(4) admitamos que mejorando aspectos organizativos, de procedimiento, económicos, penales, etc., pero manteniendo cuatro criterios invariables. Este número (sólo 4 artículos) es insignificante cuantitativamente si lo comparamos con los 227 totales (más un montón de disposiciones adicionales y transitorias) que tratan todo lo relacionado con las elecciones, su convocatoria, su campaña, su realización, escrutinio, financiación, etc. Pero resultan trascendentales a efectos prácticos a la hora de valorar los resultados. Esos criterios son (para el caso del Congreso):

    La provincia como circunscripción electoral,

    Las listas cerradas y bloqueadas,

    El mínimo de votos exigido a cualquier formación y

    La aplicación del algoritmo conocido como Ley d´Hondt(5)

  6. Sistema.
    Volviendo al caso de Madrid y Soria, operando (no ya sobre el censo) sino sobre datos reales del último escrutinio y considerando los votos válidos, tenemos que, en ambas provincias, la candidatura que más votos obtuvo fue la del PP, pero mientras en Soria (con 2 diputados obtenidos) toca cada diputado a 14.593 votos, en Madrid necesitaron, para cada uno de sus 17 diputados, nada menos que 92.743 votos. Es decir, más que toda la población de la provincia de Soria junta. La cosa está clara: el voto de un soriano vale 6,35 veces más que el de un madrileño. Estos son los dos casos extremos, pero entre uno y otros hay todo un abanico de diversidades. Por eso podemos decir que, en términos electorales, NO todos los españoles somos iguales ante la ley.
  7. Fórmula.
  8. Listas.
    Los españoles no podemos votar a personas. Ni para el Congreso, ni para la Comunidad Autónoma, ni para el Municipio, ni para el Parlamento Europeo. Votamos a un partido. Aquel que queramos, eso sí, sólo faltaba, pero, necesariamente, a un partido. El hecho de que ese partido esté representado por una lista con unos nombres y apellidos no es más que una apariencia, un paripé. Los nombres de las personas físicas que figuran como candidatos no son más que la "tapadera" para ocultar el engaño. Cada lista es, en si, una relación de "hombres de paja" de un determinado partido.
  9. Malentendido.
    ¡Cuántas veces oímos decir "El pueblo es sabio", "El pueblo no se equivoca"! Pamplinas. El pueblo ni es sabio ni es ignorante. En tal caso esas cosas lo serían los individuos. Y equivocarse, el pueblo, lo hace cientos de veces. Lo que ocurre es que no se entiende la idea elemental, el "motivo", de la democracia. Y este es bien sencillo. En una comunidad civilizada, con gentes de distintos pareceres sobre lo que se ha de hacer comunitariamente, en la que unos opinan que hay que hacer las cosas de una manera determinada y otros de otra, se toman dos acuerdos básicos: 1º. - Buscar un parámetro que decida quién ha de tomar las decisiones. Y 2º.- Que ese parámetro sea la mayoría.
  10. Retribución.

    Con el sistema actual lo que se está fomentando es la profesionalización política de gente que no tiene muy definido su futuro profesional. No podemos generalizar, naturalmente, pero si nos pusiésemos a analizar la historia profesional de cada uno de nuestros políticos veríamos que hay muchos que son... sólo políticos, que siempre fueron políticos y que su aspiración en la vida es seguir siéndolo.

    Si de lo que se trata es de representar a los conciudadanos lo justo es que se compense y recompense por lo que eso pueda suponer de sacrificio y renuncia, no que se retribuya un puesto de trabajo, como si de una relación laboral se tratase, que no la es.

  11. Inhibición.
Pueden ver el artículo completo en esta dirección.

2º encuentro en la calle

El “2º Encuentro de la Calle” vuelve
para reivindicar el ocio sin barreras

Organizado por personas sin hogar y voluntarios de siete entidades diferentes, el encuentro reclama actividades de ocio más accesible para todos y todas.

¿QUÉ ES?: Con el lema 'Por un ocio al alcance de tod@s', este encuentro que aglutina a personas sin hogar, voluntarios y vecinos que disfrutan de una jornada repleta de actividades gratuitas como juegos de mesa, obras de teatro, conciertos y exposiciones, entre otras.

¿POR QUÉ?: Las personas sin hogar constituyen uno de los colectivos que más barreras encuentra para acceder al ocio, y no sólo por razones económicas, sino por la exclusión social. Conciertos de música, exposiciones, museos, obras de teatro, ver una película de cine... El ocio está cargado de ofertas atractivas entre las que podemos elegir. Estamos tan acostumbrados y tenemos tan cerca el ocio que no solemos recordar que existen muchas personas privadas de disfrutar de este derecho.

¿CUÁNDO Y DÓNDE?: El Encuentro tendrá lugar el sábado 17 de mayo en la Alameda de Hércules, de 12 a 18h. Gratuito.

¿QUIÉN LO ORGANIZA?: Asociación Antaris, Asociación Cristo Vive, Asociación Voces contra la Exclusión, Fundación Nueva Tierra, Asociación Familia Vicenciana (Proyecto Miguel de Mañara), Ong Solidarios para el Desarrollo, Sociedad San Vicente de Paul.

MÁS INFORMACIÓN:

- ANTARIS: 954 90 64 41

- CRISTO VIVE: 954 38 83 03

- FUNDACIÓN NUEVA TIERRA: 954 26 80 97

- MIGUEL DE MAÑARA: 954 90 89 25

- SOCIEDAD SAN VICENTE DE PAUL: 955 98 19 46

- SOLIDARIOS PARA EL DESARROLLO: 954 48 60 23

- VOCES CONTRA LA EXCLUSIÓN: 954 48 60 23

¡PÁSALO!

¿Constitución Europea? ¡Que decida el pueblo!

Leo en el blog de Ocol que finalmente se ha decidido que la Constitución Europea sea aprobada por el poder a espaldas de los ciudadanos. Concretamente, en Diciembre del año pasado se firmó el Tratado de Lisboa, por el cual los gobiernos europeos se comprometían a aceptar la reforma de la Constitución previamente rechazada en referéndum por franceses y holandeses, con su entrada en vigor el año 2009. Más información sobre el proceso de reforma institucional y el Tratado de Lisboa está disponible en el portal de la unión europea.

Como no podía ser menos, grandes organizaciones civiles de Europa se han organizado para exigir la participación ciudadana en el proceso de reforma, cuyas consecuencias políticas podemos imaginar. Este movimiento está extendiéndose por plataformas y redes sociales y lo mínimo que puedo hacer, como ciudadano defensor de la democracia, es apoyar esta causa.



PD: No me resisto a comentar el gráfico de participación en la campaña o, mejor, dejar que se comente sólo: el siguiente gráfico muestra la participación de ciudadanos de diferentes nacionalidades europeas que han apoyado con su firma la iniciativa. Obsérvese el nivel de participación español y los países con una participación similar.

Ya en 1808

¡Ah! Antes que Bonaparte enviase sus legiones a la España éramos esclavos de Godoy; y si repasamos los reinados anteriores, veremos que el honor, la vida y los bienes de nuestros padres, pendiente todo de la voluntad y del capricho de una reina, de un privado, de un ministro y de todos los que tenían algún favor: los veremos conseguir empleos, distintivos y todo, no por ser hombres de costumbres y de luces, sino por haber sobresalido en el arte de complacer y de adular (...).

Para que la España logre ser feliz y nuestros hijos nos bendigan, es preciso arreglar el gobierno de tal suerte, que de hoy en más cada español penda de la ley y no del magistrado ni de otro alguno (...).

El reino de Castilla y el de Aragón tuvieron lo que llamamos Cortes y en verdad que los reyes y sus ministros pendían de ellas. Las Cortes establecían las leyes y cuidaban de su observancia, y sin su consentimiento ni se echaban contribuciones, ni se levantaban regimientos a expensas de la nación (...).

No solamente tiene la España el derecho, sino obligación la más sagrada de restablecer y reformar las Cortes. Derecho: porque cualquier nación es una junta de hombres libres, que no pueden serlo por sí solos, o en el estado que llaman de naturaleza, se reunen en sociedad para que, obedeciendo todos las leyes, ni la miseria de los unos, ni la abundancia de los otros, ni las pasiones cualesquiera, turben la seguridad de cada uno. Obligación: porque la tiene todo hombre de atender a la conservación justa de su vida, de su hacienda y de su honor, y si los españoles penden únicamente de la voluntad del monarca y de sus ministros, ¿qué ciudadano podrá estar tranquilo ni seguro? (...)

Volvamos los ojos al reinado de Godoy y veremos con dolor que su tiranía disminuyó la castidad y aun el pudor de nuestras matronas, hizo desmayar al militar y al literato en su carrera, pobló a los tribunales y otros cuerpos sin más mérito que el de haberse casado con sus sirvientas y favoritas; arrinconó, encarceló y desterró al hombre justo que tuvo la firmeza necesaria para resistirle; empobreció con enormes impuestos y contribuciones a las más de las familias, y puso al labrador y al artesano en la necesidad de pedir limosna o de robar para sustentar a sus tiernos hijos. En fin, Godoy y los otros tiranos que le han precedido en España, además de hacer infelices a los que han vivido en su tiempo, han cometido y han hecho cometer más crímenes que cuantos facinerosos y asesinos particulares ha tenido esta nación (...). La España no solamente tiene derecho, sino obligación a establecer un gobierno sólido que la libre de Godoy y otros tiranos y que cualquier español la tiene igualmente de derramar su sangre por conseguirlo.

Pero la mudanza de gobierno y su reforma, dirán, lastimaría los derechos de algunos particulares. Derechos contrarios al bienestar de las naciones, ni son ni deben ser conservados. ¿Y no somos todos españoles y cristianos? ¿Pues por qué hemos de creer que cien particulares no tengan la generosidad de perder parte de sus comodidades, y de privilegios mal adquiridos en bien de toda la nación? Fuera de que, el Grande, el eclesiástico y todos los demás, ¿tendríamos cosa alguna si la nación toda no hubiese querido morir antes que ser esclava de Bonaparte? Al labrador y al artesano debemos principalmente nuestra libertad, nuestra vida y nuestros bienes y empleos: seamos, pues, agradecidos, poniéndonos en estado de que trabajando y siendo virtuosos, vivan gustosos y contentos.

Julián Negrete, de su Política popular (Ago - Sept. 1808).


Extraído del libre Antonio Elorza y Carmen López Alonso. Arcaísmo y modernidad. Historia 16, 1989.